25 - abril - 2024

Mega Incendios e Industria Forestal: La Crisis existencial del Modelo Productivo

 

Es preocupante que ninguna región de Chile cuente con un Plan de Ordenamiento Territorial, que estipule lo que puede o no debe hacerse en los territorios regionales, delimitando fronteras productivas y sin poder contar con ninguna oportunidad de ser soberanas y producir de acuerdo con sus ventajas comparativas y preservar su denominación de origen.



Por Andrés Gillmore
31 de enero de 2017


Uno de los grandes problemas que tenemos a nivel regional, es que en la actualidad las regiones no tienen una estrategia de desarrollo territorial, soberana y propia, que les permita ser productivamente sustentables, con estrategias de acuerdo con sus ventajas comparativas y la oportunidad de desarrollarse con criterios objetivos en base a su propio destino. Con el tiempo el tema de la sustentabilidad se ha transformado en la lucha por la sobrevivencia de las regiones y se ha ido transformando en un caldo de cultivo en contra de los intereses de las comunidades, de lo que denomino un centralismo sin equidad, truncando la posibilidad que las regiones crezcan y se desarrollen con armonía, balance y sustentabilidad.

El cambio climático llegó para quedarse y es imprescindible si queremos proyección de futuro y la sustentabilidad de las regiones, reformular totalmente la estrategia productiva. Desde los años ochenta cuando se decidió por la economía de mercado y se dejó de lado producción industrial y se optó por la producción forestal, la salmonicultura, la producción de cobre, vino y frutas, sin normas ambientales que regulan los procesos y se permitiese la sobreexplotación de los recursos naturales, posibilitaron que en la actualidad estemos inmersos en una profunda crisis existencial del formato productivo, al no haber sabido respetar las normas medioambientales.

En lo que se refiere a la industria forestal y los grandes incendios que están azotando las comunidades desde la cuarta a la séptima región en el mismo corazón de la producción forestal, hecatombe que se ha producido al no tomarse en consideración que desde hace décadas que se viene deteriorando los territorios del centro sur, para aumentar la producción de los monocultivos forestales del Pino Radiata y Eucaliptos. Si a eso le sumamos la gran crisis hídrica de cinco años a la fecha y nadie que se hiciese cargo  para parar la desertificación,han conformado la que se denomina como la tormenta perfecta para los grandes incendios que azotan estas regiones y que no veíamos desde los grandes incendios de Aysén, que ardió por 50 años sin parar.

 

Hace 15 años que estamos comprando el 50 % del trigo que consumimos a Argentina, Estados Unidos y Canadá, porque los trigales del pasado se han transformado en monocultivos forestales de pino y eucaliptus; demostrandonos que algo no anda bien en la estrategia de desarrollo y que estamos perdiendo soberanía para favorecer los intereses de las forestales.

Hace décadas que las grandes empresas forestales han estado discursando que las plantaciones de pinos y eucaliptos captan el CO2 y lo filtran y eso es verdad; pero han omitido que las plantas procesadoras de esos mismos insumos forestales son altamente contaminantes y devuelven con creces los porcentajes de CO2 que filtran a la atmósfera las plantaciones y es falso que la industria forestal sea sustentable como nos han hecho creer desde hace décadas. No es suficiente para ser certificados como sustentables, que sus plantas procesadoras produzcan su propia energía para operar, menos si los pinos y los eucaliptus que se están plantando en Chile, están siendo modificados biotecnológicamente para hacerlos más eficientes ante los cambios climáticos. Por eso, ninguna comunidad aledaña a una gran forestal, cuenta con agua para uso domiciliario y dependen de camiones aljibes municipales para surtirse; porque pinos y eucaliptos consumen todas las reservas subterráneas de agua y comunidades como Santa Olga y Florida arrasadas por los incendios son un claro ejemplo de ello.

No podemos seguir confundiendo plantaciones forestales con bosques nativos, que es lo mismo que confundir desarrollo con crecimiento (Desarrollo es cuando la ciudadanía mejora su calidad de vida y Crecimiento es cuando las empresas lucran y crecen). La plantaciones comerciales necesitan preparación del suelo, selección de plantas de rápido crecimiento ( por eso la necesidad de la biotecnología) fertilización y eliminación de malezas con herbicidas contaminantes, regular las plantaciones a distancias regulares, asemejándose a cualquier otro cultivo agrícola como el tomate y lechuga. Un bosque es todo lo contrario, produce diferentes tipos de árboles, vegetales, animales, frutas hongos, miel, forraje, abono, leña, maderas de uso local, fibras, vegetales, incluso medicinas naturales de uso humano y animal y como si esto fuera poco: conserva la biodiversidad de los suelos, protege los recursos hídricos y regula el microclima.

Países desarrollados como Dinamarca y Canadá que en el pasado fueron grandes productores de celulosa, hace décadas entendieron que de seguir produciendo terminarían destruyendo sus territorios y optaron por comprar lo que necesitan en Chile. No es por nada que las comunidades que viven en torno a las forestales en la actualidad son las más pobres de Chile, recibiendo remuneraciones apenas más altas que el salario mínimo estipulado por ley y trabajan doce horas diarias y eso a pesar que las forestales reciben la bonificación del 75 % del gasto productivo por parte del estado por medio del decreto ley 701, que les ha permito tener un lucro exorbitante y crecer como industria.

La marea roja de Chiloé; la grave contaminación del norte; el reciente interés por intervenir las regiones Patagónicas(Aysén y Magallanes) con proyectos mineros, salmoneros e hidroeléctricos, de una manera u otra han puesto las cartas sobre la mesa de una realidad desastrosa para las regiones, que no están de acuerdo con la nueva realidad climática y se han transformado en detonadores de destrucción social, ambiental y productiva.

No puede ser posible que las comunidades del sur esten inmersas en bosques de Pinos y Eucaliptus y sentenciadas a vivir bajo la dependencia de camiones aljibes municipales para el consumo domiciliario, porque las plantaciones consumen toda el agua subterránea, destruyendo su proyección de futuro y transformándolos en esclavos de un formato económico inconsecuente. Que en Chiloé las comunidades no puedan hacer nada al ver como sus costas son contaminadas a diario por las salmoneras, por el uso indiscriminado de antibióticos por empresas sin conciencia y con mucha ambición, que hacen en Chile lo que no pueden hacer en sus países de origen.Que las comunidades del norte tengan que convivir desde siempre con la contaminación que producen las mineras y su pozos de relaves; y se esten interviniendo Parques y Reservas Nacionales con empresas salmoneras y mineras.

El Ministerio de Medio Ambiente que tendría que velar por llevar a cabo estas estrategias de anticipación de problemas, en la actualidad esta totalmente dependiente del Ministerio de Hacienda y no tiene capacidad alguna de crear planificaciones estructurales para cambiar esta realidad medioambiental. La suma de todas estas realidades, ha creado un vacío en la integración productiva del mundo regional, al aplicar formas sin considerar los objetivos propios que toda región necesita para resguardar su diversidad cultural, histórica, social, productiva y medioambiental y en base a ello crear sustentabilidad.

Es preocupante que ninguna región de Chile cuente con un Plan de Ordenamiento Territorial, que estipule lo que puede o no debe hacerse en los territorios regionales, delimitando fronteras productivas y sin poder contar con ninguna oportunidad de ser soberanas y producir de acuerdo con sus ventajas comparativas y preservar su denominación de origen.

El Estado debe operar responsablemente a favor de los intereses regionales, defendiendolos de la depredación del mundo privado. El estado debe transformarse en un resguardador de normas y reglamentos para proteger la sustentabilidad de las regiones, con la capacidad de fundamentar leyes y normar prácticas sanas, constructivas, balanceadas y con sentido común de la forma en que producimos. Integrando las regiones hacia una identidad social y productiva que considere sus trascendencias y necesidades, estableciendo acciones colectivas y procesos unificadores que acepten la multiplicidad social, cultural y productiva, otorgándoles representación política con identidad regional.

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