31 - mayo - 2025

Genética y conservación en la Patagonia, entender para proteger

Solo en la Patagonia norte, estudios genéticos del róbalo (Eleginops maclovinus), han identificado al menos tres unidades evolutivas distintas, lo que sugiere que no estamos explotando una sola población, sino varias, cada una con su propia dinámica y vulnerabilidad.


Por: Cristian B. Canales-Aguirre
Investigador Centro i-mar Universidad de Los Lagos
30 de mayo de 2025


En las frías y extensas aguas de la Patagonia chilena se esconde una biodiversidad única, formada por miles de años de evolución en un entorno extremo, dinámico y, en muchos sentidos, aún desconocido. Cada organismo marino —desde pequeños crustáceos hasta peces de gran valor comercial— lleva en su ADN las huellas de su historia: migraciones, adaptaciones y los desafíos que ha enfrentado para sobrevivir.

La genética nos permite leer esas historias ocultas, revelando patrones de conectividad, estructura poblacional y adaptación local que no se perciben a simple vista. Un ejemplo fascinante lo encontramos en el robalo (Eleginops maclovinus), una especie clave para la pesca artesanal en la región de Los Lagos. Solo en la Patagonia norte, estudios genéticos han identificado al menos tres unidades evolutivas distintas, lo que sugiere que no estamos explotando una sola población, sino varias, cada una con su propia dinámica y vulnerabilidad.

Este tipo de información es fundamental para entender cómo responden las especies al cambio climático, la sobreexplotación o las transformaciones en su hábitat. También nos permite definir unidades de conservación, detectar poblaciones en riesgo y diseñar planes de manejo más justos y efectivos, basados en la diversidad biológica y evolutiva de nuestros mares.

En un país como Chile, donde el mar es parte esencial de la identidad, la cultura y la economía, incorporar la genética a la gestión de los recursos marinos ya no es opcional: es urgente. La Patagonia, con su riqueza natural y fragilidad, nos ofrece una oportunidad única —y una gran responsabilidad.

Comprender la diversidad genética del mar es el primer paso para protegerlo con conocimiento, respeto y compromiso.–

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