Pese a liderar compromisos internacionales por el cuidado de los océanos, Chile encabeza el listado de muerte de ballenas por colisión con embarcaciones, y los varamientos ocurren principalmente en la zona sur.
Santiago, 07 de Junio de 2025. (GP)– Chile lidera el listado de países donde las ballenas mueren por colisiones con embarcaciones y los varamientos ocurren, principalmente, en el sur del país. Así lo demuestran los datos: según información de Sernapesca, entre 2009 y 2022, hubo 158 casos de varamientos de esta especie en nuestras costas, y el 46% ocurrió en la Patagonia, específicamente en las regiones de Los Lagos, Aysén y Magallanes. A estos antecedentes se suman las cifras entregadas a comienzos de este año por la revista Marine Policy, que detallan que entre 1972 y 2023, el 28% de los varamientos de ballenas registrados en Chile corresponde a muertes causadas directa o probablemente por colisiones con barcos.
Los hechos confirman el panorama que develan estos números. Solo en el último semestre, se registraron tres casos de ballenas fallecidas en áreas protegidas de la zona austral del país, todos cerca de centros de cultivo salmoneros: uno en el Seno Glacier, situado en la Reserva Nacional Kawésqar (Región de Magallanes), y dos en el Parque Nacional Laguna San Rafael (Región de Aysén).
Esta situación que evidencia la desprotección de las ballenas en Chile, presenta un contraste con la imagen instalada a nivel internacional: en 2023, el país fue el primero de la región en ratificar el Tratado Global de los Océanos, un acuerdo histórico que busca proteger la biodiversidad marina en aguas internacionales y que fue anunciado con orgullo por parte de las autoridades.
Por esta razón, en el Día Mundial de los Océanos que se conmemora el 8 de junio, desde Greenpeace denuncian un «doble estándar» en materia de protección de ballenas. «Por un lado celebramos que somos los primeros en firmar acuerdos internacionales y por otro, permitimos la presencia de industrias cuyas embarcaciones en las rutas migratorias de estos cetáceos producen colisiones, que nos han llevado a encabezar la lista mundial de mortalidad por esta causa», dice Silvana Espinosa, vocera de la organización.
Espinosa asegura que: «Para salir de esta lamentable situación, es urgente hacer efectiva la protección integral de las ballenas en nuestras aguas, impidiendo el avance de industrias destructivas que amenazan el hábitat de estas especies, al contaminar el mar, aumentar el tráfico marítimo y degradar áreas clave para su alimentación y reproducción. Proteger a los cetáceos es proteger el equilibrio del océano».
Y añade: «Por ello exigimos el rechazo de proyectos en zonas sensibles, como el megaproyecto minero-portuario Dominga, que busca construirse en las cercanías del Archipiélago de Humboldt, en la Región de Coquimbo. La insistencia por ser aprobado, pese a sus reiterados rechazos, nos mantiene en alerta y exigiendo mayores resguardo para zona única e irremplazable. No podemos permitir que la mortalidad que hemos visto en el sur se replique en el norte»
Entre las principales amenazas que las operaciones industriales implican para estos cetáceos, Greenpeace destaca el aumento de tráfico intenso de barcos para el traslado de productos, lo que aumenta el riesgo de colisiones; y la contaminación acústica submarina, que interfiere con la navegación y comunicación entre los individuos de esta especie.
«Las ballenas son parte fundamental de nuestro patrimonio natural dado que Chile concentra el paso del 46% de estos cetáceos en el mundo. Su aporte es clave para nuestros ecosistemas marinos porque fertilizan el océano y capturan enormes cantidades de dióxido de carbono al interior de su cuerpo, ayudando a mitigar el cambio climático. Desde la Patagonia hasta el norte del país, las ballenas recorren zonas de alto valor ecológico como la región de Magallanes, el Golfo de Corcovado y el Archipiélago de Humboldt que requieren protección y cuidado», recalca Espinosa.
Ballena Fin en Archipiélago de Humboldt en Chile @ César Villarroel/ Greenpeace
– © Jonathan – © Jonathan González / GreenpeaceGonzález / Greenpeace