Los patrones de acidificación oceánica, consecuencia del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre, nos advierten que nos dirigimos hacia escenarios ambientales inciertos y preocupantes. ¿Seremos capaces de adaptarnos a estos cambios?
Dr. Alejandro Buschmann
Investigador Centro i-mar
8/6/2025
Queremos creer que nuestras acciones como seres humanos contribuyen a mantener el equilibrio de las fuerzas naturales que sustentan la vida en la Tierra. Sin embargo, el crecimiento constante de la demanda de recursos, impulsado por el aumento poblacional, sigue ejerciendo una presión cada vez mayor sobre nuestros ecosistemas. La información recopilada por diversos grupos de investigación en países con políticas e ideologías muy distintas nos muestra que este incremento en la demanda está generando inestabilidades ambientales que nos plantean grandes desafíos de cara al futuro.
En este contexto, lo que ocurre en nuestros océanos, un patrimonio invaluable para toda la humanidad, no debería sorprendernos. Estamos enfrentando fenómenos agudos como la sobrepesca, la contaminación en múltiples zonas costeras y cambios en la biodiversidad, todos ellos directa o indirectamente vinculados a la actividad humana. A pesar de ello, seguimos esperando que los océanos actúen como un amortiguador que mantiene el equilibrio de nuestro hábitat, la atmósfera. Sin embargo, los patrones de acidificación oceánica, consecuencia del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero producidas por el hombre, nos advierten que nos dirigimos hacia escenarios ambientales inciertos y preocupantes. ¿Seremos capaces de adaptarnos a estos cambios?
Reducir nuestras emisiones ya no es suficiente, pues los gases de efecto invernadero acumulados en la atmósfera continúan afectando a los océanos de múltiples maneras. Para regresar a condiciones más favorables para la vida humana, es necesario remover estos gases tanto de la atmósfera como de los cuerpos de agua. Esta tarea requiere acciones e intervenciones a gran escala, lo que genera dilemas importantes, ya que aún desconocemos la eficacia real de estas medidas y sus posibles efectos secundarios.
Entre las propuestas para intervenir en los océanos se encuentran ideas como bombear aguas frías y ricas en nutrientes para fomentar el crecimiento del plancton, lo cual podría ayudar a recuperar las pesquerías y, al mismo tiempo, transportar materia orgánica hacia las profundidades marinas, reduciendo así la cantidad de gases de efecto invernadero. Aunque esta propuesta parece lógica y atrae a inversionistas interesados en beneficios como los bonos de carbono, carece de respaldo científico sólido. Los estudios a largo plazo y de alto costo que se están desarrollando buscan demostrar que aún podemos cambiar el rumbo que el cambio climático ha impuesto, un rumbo que no se agravará en siglos, sino que ya está ocurriendo hoy.
Está claro que el único camino viable es generar conocimiento profundo y riguroso para tomar decisiones fundamentadas, evitando así exponernos a experimentos aleatorios que prometen soluciones rápidas pero poco confiables.–