05 - septiembre - 2025

T. S. Eliot. Poemas a los gatos sensatos de la Vieja Zarigüeya. Ilustración de Edward Gorey

Estos juguetones versos del célebre poeta, traducidos por Juan Bonilla, han entusiasmado a lectores y amantes de los gatos de todo el mundo desde que fueron reunidos para su publicación en 1939.

El conocido ilustrador Edward Gorey ofrece una reinterpretación de estos divertidos y espléndidos poemas  a los gatos.

RUM TUM TUGGER
Rum Tum Tugger: no hay un gato como él.
Dale un faisán, te pedirá gallina.
Si estás en casa quiere irse a un hotel.
Si va al hotel añora a las vecinas.
Ofrécele un ratón, querrá una rata.
Dale una rata, quiere un ratoncillo.
Rum Tum Tugger: no es un gato sencillo.
Pero reñirle no podré,
pues siempre hará
lo que quiera sin más.
Y contra eso qué se puede hacer.
Rum Tum Tugger es a veces un problema.
Lo dejo en casa y se va, siempre estar
en sitio equivocado, ése es su lema.
Cuando regresa se vuelve a marchar.

Le gusta estar tumbado en el buró,
pero arma una jarana si escapar
no puede, qué gato tan especial.
Ponerlo en duda no va bien
pues siempre hará
lo que quiera sin más
y contra eso qué se puede hacer.
Rum Tum Tugger: no hay un gato como él.
Sus caprichos ya no dejan perplejo.
Dale pescado, pedirá un pastel.

Si no hay pescado, no querrá conejo.
Sírvele crema, la olerá con asco:
sólo quiere lo que halle por su cuenta.
Si quieres que caiga en la trampa pon
la crema bien guardada en la despensa.
Rum Tum Tugger ha aprendido la lección
y no le importan nada tus abrazos.
Si estás cosiendo, corre hasta tus brazos:
disfruta deshaciendo tu labor.
Rum Tum Tugger, como él no hay dos.
No le pretendas convencer,
pues siempre hará
lo que quiera sin más
y contra eso qué se puede hacer.

UNA GATA CHICLOSA
Me acabo de acordar de una gata chiclosa,
Jenny, con sus lunares, sus manchas de leopardo,
con sus rayas de tigre, y más vaga que un bardo,
todo el día tirada, ya sea sobre una losa,
o sobre un escalón,
sobre la alfombra, sobre un edredón,
tirada y estirándose tirada, no estoy de broma,
era una gata de goma…
Ahora bien, cuando se termine el día
y la casa se amuerme,
y toda la familia ya se duerme,
Jenny comienza entonces su faena,
se baja al sótano y compone una cadena
de ilícitos, solícitos ratones
a los que trata sin educación.
Los hace colocar en formación
y los adiestra con croché y canciones.
Jenny, con sus lunares, en toda la jornada se menea.
No hay otra igual, tirada junto a la chimenea,
o acurrucada en mi sombrero,
o puesta al sol sin dar ni golpe… Pero
cuando se acaba el día
y el trajín de la casa languidece,
entonces Jenny se incorpora y crece.
Un respiro no tienen los ratones
—su dieta irregular les da razones—

y para que no pierdan peso
ella asa y fríe sin parar un rato:
hace pastel-ratón —entre otros platos—,
prepara un gril con bacon y con queso.
Jenny, con sus lunares, qué gata tan chiclina,
hacía nudos marineros con la cuerda de la cortina
y junto a la ventana se estaba todo el día
sin dar ni golpe, pero en cuanto anochecía…
y el trajín de la casa va a acabar
Jenny se pone pronta a trabajar.
Ha decidido que las cucarachas
se pueden transformar en vivarachas
exploradoras y les da un argumento
para que no se paren ni un momento.
Con esa tropa forma un batallón.
Jenny ha hecho de los bichos su legión.
Termino ya por Jenny lanzando un triple hurra:
si las cosas funcionan es porque ella se lo curra.

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